De Darío Villalba

…vayamos a lo que nos ocupa y preocupa, jJuan Giralt! Creo justo insistir en que, junto a Luis Gordillo, fue el maestro inicial e incontestable de la llamada «Figuración Madrileña» con su peculiar forma dialéctica de entender la pintura::    tesis, gesto, construcción,  síntesis,  reflexión, conjugación y conciliación de opuestos, etc. El denominador común de los artistas que emergieron de esa escuela fue, simplificando mucho, el color. Era, para aquellos que se veían implicados en ese diálogo, precisamente el color, el factor descodificante y disociante frente al acromático grupo de El Paso.

El insólito empleo del color de Juan Giralt lo coloca, fuera de toda duda, a la cabeza de la mejor sensibilidad cromática de todo el arte español de la segunda mitad del siglo XX. Sólo lo podría comparar al Tapies jugoso, a Mompó o tal vez a Rafols Casamada. La paleta de Juan Giralt, absolutamente imposible de imitar por su densidad y pulcritud, me hace pensar en el mejor Bacon por su húmeda frondosidad y espeso trazo. Al pensar en Giralt pienso en violeta y verde, naranja y azul, siempre ha sido así. Usar color no es, desde luego, acumular cuantitativamente diversidad de pigmentos. Vivir dentro y fuera del color, conjugar su inimitable (por innata) espontaneidad con la más espesa autocensura de anárquica libertad, es sólo propio de Giralt. Realmente es un auténtico pintor con todo lo que esto conlleva de repulsa al virtuosismo, fórmulas o esteticismos inútiles que todos conocemos.

Juan no dibuja con el color, obliga espontáneamente a que este se dilate con autonomía propia. Su gesto se autoinforma del anterior, y podría decir de Giralt lo que Max Ernst ya dijo: «la mano no olvida lo que el ojo ha inventado».

Aun a estas alturas de mi caminar en solitario, y en clandestina obcecación, me sigue perturbando y asombrando cómo la historia presente (o la fortuna crítica de cada cual) comete insólitas incorrecciones. Históricamente siempre ha sido así. Afortunadamente escuelas «revisionistas» lúcidas han clarificado muchos equívocos críticos, aunque bien sabemos que no hay verdades absolutas sino aproximaciones. En la dilucidación plástica cada época tiene su forma de leer el arte.

Con respecto a Juan Giralt, ¿por qué no esta estudiado en el lugar que le pertenece por derecho propio estando tan próxima y viva su resolución estética? Creo que se debe a lecturas superficiales y rápidas con frívolas etiquetas, por un lado, y, por otro, al propio carácter del pintor, poco amigo, por su exacerbado sentido crítico y silencioso, a autorreferencias complacientes o estrategias prácticas. Sobrevolando voces más osadas y avasalladoras, su compleja discreción y timidez le han hecho, por fortuna, ensimismarse fructíferamente en su pintura que ahora nos muestra con absoluta rotundidad.

Me arriesgo a no poner en tela de juicio el rango y categoría de su obra y a considerarlo maestro.

Sin riesgo no hay nada, ni siquiera libertad.

Darío Villalba

(Extracto de “Juan Giralt, maestro”, texto del catálogo de la exposición en el Palacio de Revillagigedo, Oviedo, 1997)