Reencuentros
Desde sus comienzos como pintor informalista e inmediatamente luego como una de las figuras clave de la nueva figuración, su pintura ha sido lugar de encuentro del color y el grafismo, de la ironía y la cita, de la evocación y el collage, en unas fragmentaciones que requieren del ojo un esfuerzo suplementario y que sitúan su obra en aquella “L'ere du soupçon” de que hablaba Nathalie Sarraute. Giralt sigue como antaño exigiendo que la mente del espectador realice una síntesis entre lo que los ojos ven y lo que el cerebro intuye, sigue excluyendo al espectador pasivo en favor de aquel otro que está dispuesto a seguirle en su juego, a prestarse a sus guiños de humor, a sus dobles sentidos y a sus sobreentendidos.
Los reencuentros son varios y han tenido lugar en la primavera de este año, puestos de relieve por el Salón de los 16. Reencuentro de Giralt consigo mismo al decir de nuevo: “Cuando me pongo a pintar nunca tomo como punto de partida un esbozo o un dibujo, sino que me pongo a pintar tratando de dar curso a una intención preestablecida.”. Reencuentro, pues, con un proceso, pero también con sus medios expresivos: con el color, en primer lugar, con el grafismo y con el collage, luego. Reencuentro con el equilibrio de opuestos en una composición dominada por el ritmo.
Reencuentro del espectador con una obra que es continuidad y a la vez distinta, más osada y rotunda, en la que las sugerencias de los fragmentos que remiten al todo tienen mayor coherencia, contundencia y brillantez.